Bienvenidos

Cada día del año se publica una nueva entrada en este espacio. ¡Gracias! por vuestra presencia!

lunes, 12 de enero de 2009

Juan y Palmira

Tenía previsto hablaros de Jorge y su perro callejero, “Pankito”, pero este viaje inesperado con Carlos Sainz, me lleva a posponerlo hasta el próximo lunes. Hoy me toca desempolvar la siguiente historia…
Juan y Palmira son dos abuelos que tuve la ocasión de conocer. Hace unos meses, visite un hospital geriátrico, donde había diferentes abuelos internados. Puede hablar con algunos. La realidad de su estancia no me gusto. Ese “abandono” disimulado me llevo a escribir este pequeño relato que hoy vuelvo a sacar a la luz.
Juan y Palmira


-Mi hijo, ay mi hijo. La madre que lo parió…
Con la mirada ausente y recuerdos que se empezaban a mezclar, Juan hablaba sin cesar ante las preguntas de la nueva enfermera interina que lo atendía en la revisión semestral del hospital geriátrico…
-¿Y en que trabaja su hijo?
-Es medico. De esos que cuidan a los viejos.
Juan no aceptaba que él también lo era. Así justificaba que no fuera su propio hijo quien lo cuidara. Así, solo debía de llorar en silencio.
Maite, recién había llegado a la clínica geriátrica “La calma”. Le apasionaba tratar con la gente mayor. Los quería escuchar y con su actitud contribuir a paliar en la medida de lo posible su soledad. En dos días había conocido a varios abuelos. Algunos, llenos de tristeza por la soledad que envolvía su presente. Otros, mas afortunados recibían la visita de sus hijos y nietos. Éstos últimos, se les veía felices a diario. Ignorando por completo donde residían. Los mas desfavorecidos, apenas sonreían en alguna ocasión. Y cuando lo hacían, era más por su demencia senil, que por algún otro motivo real.
Juan, era de los desafortunados que no recibían visitas. Maite lo supo ese día tomando un café con sus nuevas compañeras…
-Hoy conocí a Juan. El abuelo de la ciento doce.
- Ah si. El hijo del geriatra.
-¿Pero es cierto? Pensé que desvariaba y confundía la realidad.
-Cuando tiene momentos lucidos, ya veras que siempre habla de su hijo.
-Al comparar el informe anterior, he visto que tiene un decaimiento muy pronunciado.
-Mira Maite, te llamas Maite, ¿verdad?
Asintió mientras escuchaba las palabras de María. Una de las enfermeras con mas años en el centro…
-Aquí venimos a trabajar unas horas y no a meternos en la vida de los viejos. Y ahora desayunemos hablando de otras cosas y no nos des el coñazo con lo que todos conocemos! Te queda claro?
-Pensé que…
-No pienses amiga. Solo haz tu trabajo y si quieres compartir un café, habla de los polvos de tu novio, lo bueno que está Alberto el “fisio” o los nuevos pechos que te has hecho. Por qué no son naturales, ¿Eh?
Palabras de Carmen. Otra de las enfermeras con experiencia del centro. Maite consintió de nuevo. Su mano derecha había empezado a revolver el azúcar del café tres minutos antes. Intentaba con muecas -que para nada la favorecían- seguir el ritmo de esos improvisados “breik’s” para no ser rechazada por el resto del grupo. Al fin y al cabo, tal como afirmaba María, eso solo era un trabajo.
Han pasado unos años y algunos abuelos, ya no están. Otros ocupan su lugar…

-¡Ya le conté que hoy vendrá mi hijo mayor!
Palmira se aferraba a Juanito. Un muñeco de plástico duro, que alguien en su día le obsequió. Quizás fue de alguna compañera que ocupó la misma habitación hasta su deceso.
-Si, abuela. Me lo contó.
Con gesto cansino, Maite le cambiaba la sonda, con la desgana que se acumula cuando llevas trabajando doce años en un centro. Cada día se torna una rutina fastidiosa.
Hoy como ayer, Palmira vivirá unas horas de espera, pensando en el fondo de su corazón que su hijo vendrá a verla.
-Hoy será el día. No ha podido venir antes... ¿Sabe?
-Si abuela. Me lo dijo ayer.
-Ha estado muy ocupado, ¿Sabe? El trabajo…
-Si abuela. Lo se. Ya me lo contó.
Maite, repaso el gota a gota y se alejo con un hasta mañana. Carente de todo énfasis. Otra abuela y la misma historia. Su trabajo, parecía la cadena de montaje de una vieja factoría automovilística.
En la habitación contigua repasó sin prestar mucha atención el historial de Ana. Una longeva octogenaria que empezaba a tener sus primeros olvidos…

Dedicado a todos los hijos que han olvidado que sus Padres les dieron la vida. Que no los olvidan a pesar del deterioro mental que ellos padecen. Que mienten y justifican los motivos por los cuales nunca reciben su visita. A todos ellos, que los abandonan a su suerte. Solo me queda decirles… ¡La Madre que os parió!
Dedicado también a esos profesionales que dejan de lado el concepto persona, olvidando que los seres humanos piensan y sufren en silencio las ausencias mas crueles. Las que vienen precedidas por el olvido de su propia sangre. A todas ellas, también les digo lo mismo… ¡La Madre que os parió!


“Haciendo amigos”
Copyright © By Jan Puerta 2008
Texto y fotografías con copyright del autor.
janpuerta@gmail.com

19 comentarios:

  1. Es una dura realidad y ojalá nunca caiga en ese olvido con ninguno de los viejitos que me han hecho quien hoy soy, saludos desde Venezuela.

    ResponderEliminar
  2. Imagino que no es facil para un hijo internar a un padre. Tal vez el hijo no termina de librarse de cierta culpabilidad, por muchas justificaciones, tan válidas todas, que consiga encontrar. Visitar al padre o a la madre en esas circunstancias es enfrentarse de nuevo a esa pequeña gran infamia. Evitar ese momento es un alivio momentaneo. Pero todas esas ausencias volverían un día todas juntas y el hijo ya no tendrá forma de escapar de ellas.
    En cuanto a estas residencias, muchas son puros centros de internamiento con poco personal que apenas cumplen las normativas pero se toleran porque son los únicos que muchos pueden pagarse. Es triste decirlo,pero finalmente tambien hoy hablaste de perros abandonados.

    ResponderEliminar
  3. Joder, que historia para arrancar el lunes ....Estoy contigo, vivimos unos tiempos, una sociedad que se dehumaniza a pasos de gigante. Lamentable.
    Pero por desgracia creo que no hemos tocado techo. Veremos los próximos 15 o 20 años ...
    Saludos

    ResponderEliminar
  4. Un tema hoy de los que se queda atascado como una bola en la garganta, me hace pensar en mi abuelo y aquella residencia donde le visité mil veces menos de lo que debería haberlo hecho. Ya lo dice Xuan, es verdad, esas mil visitas se unen cada vez que lo recuerdo, y pesan como si fueran cien mil...
    Y Jan, yo me cago (con perdón) en los que olvidan en su trabajo que tratan con personas, de alguna forma ellos dejan de serlo.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  5. Tienen mucho delito los que se olvidan de sus padres ¡que triste!
    Muuuuacks!

    ResponderEliminar
  6. Jan, hoy en tu relato está todo dicho. Solo unirme a tu grito de "La madre que les parió!

    ResponderEliminar
  7. Cuantas historias hay detras de cada abandono. Ninguna fácil, ninguna cómoda.
    Este relato es como una lija que nos araña el alma.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  8. Lo de nuestros mayores es una situacion complicada, porque el ritmo de vida que lleva la sociedad es incompatible con ellos, es una lastima todas esas personas caidas en el olvido de la gente.
    Aunque creo que no, me gustaria que esta situacion cambiara y pudieran tener un lugar digno dentro de esta sociedad.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
  9. hola jan querido...es creul pero real el abandono de esas personitas que alguna vez se ocuparon de nosotros...
    como puede ser? ellos se ocuparon de nosotros apenas nacimos....como quien dice hasta nos limpiaron el traste...
    y algunos adultos ya cuando todo se pone pesado y hay que limpiar trastes de los abuelos...nos hacemos los sotas.....es incoherente todo....
    besos amigo mio y feliz 2009!
    besines
    ;)sau

    ResponderEliminar
  10. hola Jan, un texto sacudeconciencias bien necesario, conozo de cerca la situacion que relatas y es tal como la cuentas. esos hijos algun dia es probable que recogiendo lo que sembraron acaben fuera de circulacion a manos de sus propios vástagos, es lo que merecen, y a los trabajadores que tratan a las personas como objetos me merecen el mismo asco y desprecio que a tí. excelente entrada y la foto en curioso color en esta ocasion es tb estupenda. fuerte abrazo

    ResponderEliminar
  11. Dios santo, es que es increíble hasta donde podemos llegar las personas... qué triste.

    Besos, Jan

    ResponderEliminar
  12. Tú historia me partió el alma. No parece posible que alguien humano pueda hacer esto con quien te dio la vida, con quien alegra la vida a sus nietos, para los que siempre hay una carita de dulzura. No es fácil entender tampoco que alguien para quien su trabajo deba ser lo más satisfactorio, que puede estar lleno de mil historias y de mil vivencias, no respete a nuestros mayores esos que lucharon por nuestro bienestar y nuestros derechos antes incluso de que nacieramos.
    Ojalá mi abuela siguiera aquí para quedarme con ella siempre. Porque ella era la alegría en persona y la echo de menos.
    Un beso Jan y gracias por haberme despertado hoy.

    ResponderEliminar
  13. La historia es genial, pero la foto es tan impactante que resume todo lo que se puede ser en un momento así de la vida. ¡Esa muñeca, esa bolsa!

    ResponderEliminar
  14. Si, has tocado un tema delicado...

    Encantadora la fotografía de Palmira y su pequeño Juanito...

    J.

    ResponderEliminar
  15. Es dificil llegar a esta edad pero mas dificil que nos olviden en un lugar extraño y con extraños ojala nuestros hijos no sean malagradecidos y se den cuenta todo lo bueno que les dimos de niños cuando nos necesitaron igual que ahora de viejos los necesitamos nosotros...
    Un saludo y muy bonita tu historia

    ResponderEliminar
  16. Me dejó un poco triste el relato, porque es muy cierto que sufren abandono.
    Saludos.

    ResponderEliminar
  17. Duro relato pero muy real. Una de las lecturas que extraigo es que Mayte acaba creando un muro de insensibilidad para luchar contra la impotencia que siente. Ese muro lo creamos constantemente los seres humanos para no poner en peligro nuestra realidad, para evitar salirnos del camino.
    Saludos y sigue dando suerte a Carlitos, que por ahora lo hace muy bien (aunque yo prefería que ganase Nani Roma).

    ResponderEliminar
  18. Texto magnifico, realidade pura.
    E quando se quer de verdade, há sempre uma maneira de contornar!
    Os meus pais vivem comigo: 87 e 80 anos de idade...
    E vamos dando a volta!
    O direito de morrer com dignidade!

    ResponderEliminar

Apreciados amigos…
La gestión del tiempo es uno de mis problemas. En la medida de lo posible, contestaré vuestros comentarios.
Un abrazo